El sentido del gusto y de olfato puede cambiar durante el tratamiento. Por ello no es extraño que la comida, especialmente la carne y otros alimentos ricos en proteínas, adquieran un sabor desagradable. Esto contribuye a que el niño tenga menos apetito, no disfrute de las comidas e incluso pierda peso.
Algunos medicamentos, como la ciclofosfamida o la vincristina, producen un sabor especial casi inmediatamente después de inyectarlos. Los gustos amargos son mucho más fuertes y los dulces parecen menos dulces, y otras veces se nota un gusto metálico.
La sequedad de la boca y el dolor contribuyen a empeorar la falta de percepción del sabor de los alimentos.
¿Qué podemos hacer nosotros?
- Intentar escoger comidas con buena apariencia y olor.
- Comer las comidas que se toleren mejor, aunque sea la misma durante un tiempo.
- Elegir preferentemente pescados y carnes blancas. Macerar con zumos de frutas, vino, salsas agridulces, especias.
- La carne y pescado hervidos desprenden menos olor que cocinados a la plancha, parrilla u horno.
- Enmascarar alimentos poco apetecibles, como la carne o el pescado, en purés o cremas.
- Cocinar con condimentos suaves, como la albahaca, la menta, el romero, el tomillo, el laurel, el hinojo, la mejorana...
- Evitar alimentos fuertes en aroma o sabor: café, coliflor, cebolla, carnes rojas, vinagretas, ajo.
- Comer alimentos fríos o templados para evitar que desprendan olor y disminuir su sabor.
- Cocinar con gelatina permite mezclar alimentos, tomarlos frios o enmascarar sabores.
- Beber de 2 a 3 litros de agua al día. Puede añadirse zumo de limón para mejorar el sabor.
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